San Vicente Mártir

Acaban las catas arqueológicas en San Vicente de la Roqueta

El alcalde de València, Joan Ribó, acompañado de la vicealcaldesa y concejala de Desarrollo Urbano, Sandra Gómez, y la concejala de Acción Cultural, Maite Ibáñez, han visitado este viernes San Vicente de la Roqueta con motivo de la finalización de las obras arqueológicas. La actuación ha supuesto una inversión municipal de casi 500.000 euros y 10 meses de trabajo, que han permitido catalogar y fechar numerosos restos de todo tipo, entre ellos, una bula de plomo concedida con motivo de la construcción del convento de la Trinitat. Además se han encontrado restos humanos correspondientes a 164 personas, sin que ninguno sea de época romana, es decir, coetáneo al santo valenciano.

Tal como ha recordado el alcalde, Joan Ribó, «durante la pasada legislatura ya impulsamos la consolidación del edificio, que estaba en muy mal estado; y posteriormente, hemos acometido la realización de catas y un estudio arqueológico exhaustivo». Tal como han explicado los técnicos responsables de la excavación, los restos tanto humanos como materiales hallados son muy posteriores a la época romana, lo que aleja la posibilidad de que se encontrase en este punto el enterramiento del mártir San Vicente. No obstante, el alcalde Ribó ha destacado el hecho de que haya sido «un gobierno progresista el que ha realizado una serie de catas y ha consolidado San Vicente de la Roqueta, algo que otros gobiernos, durante muchos años, no se molestaron en hacer ni impulsaron prácticamente nada en relación con este emblemático edificio», ha subrayado.

Ribó ha afirmado que para la ciudad «era muy importante saber qué es lo que había y qué es lo que no había en esta edificación y en su subsuelo, y en estos momentos lo tenemos claro». A partir de ahora, el Ayuntamiento estudiará las posibilidades que tiene el edificio y a qué se van a dedicar los distintos espacios. Tal como ha anunciado el alcalde, la planta baja tendrá un carácter multiuso, en el que se dará cabida a las entidades vicentinas. Pero hay además alrededor de 2.000 metros cuadrados en la zona superior cuya utilización ha de determinarse ahora.

La vicealcaldesa y concejala de Desarrollo Urbano, Sandra Gómez, ha añadido que el objetivo es «poner en valor todo el relato y la identidad de nuestra ciudad, que habla a través de su patrimonio, sus monumentos y edificios como este». «Por eso –ha añadido- hemos querido conocer de primera mano las conclusiones del estudio arqueológico, ver el trabajo de consolidación de la estructura, y ofrecer un un servicio cultural más a la ciudad».

Los trabajos de consolidación del edificio se realizaron entre los años 2016 y 2017. «Dada la situación precaria del monasterio, era imprescindible acometer y concluir las tareas de consolidación antes de proceder a realizar los trabajos de cata y estudio arqueológicos», ha explicado Gómez.

 

La única bula de plomo hallada en una excavación

Los técnicos responsables de los trabajos han detallado el contenido e importancia de los hallazgos efectuados en estos meses en el monasterio. Se han encontrado trazas del edificio medieval, aunque lo que se puede ver a pie de suelo data del siglo XVIII, salvo la Iglesia, cuya evolución a lo largo de los siglos se ha podido constatar en el estudio arqueológico.

Se ha hallado una importante colección de cerámica del siglo XV y otra del siglo XIX, así como un pavimento de cerámica también del siglo XV, «espectacular», en palabras de los expertos, que se va a intentar restaurar. Entre los restos, los técnicos han destacado el hallazgo de una bula de plomo (un documento sellado con plomo sobre asuntos políticos o religiosos, concedido como agradecimiento por el apoyo del beneficiario a algún asunto); en este caso, a la construcción del convento de la Trinitat, y tiene la particularidad de que es la única bula que ha sido hallada en una excavación, ya que lo habitual es hallar este tipo de documentos en bibliotecas o archivos.

Tal como han explicado los técnicos del Servicio Municipal de Arqueología, San Vicente siempre ha estado muy relacionado con el mártir, se ha especulado con que estuviera aquí su supuesto lugar de enterramiento. Por ello, los trabajos arqueológicos buscaban también algún elemento que pueda relacionar el monasterio con un área funeraria de época romana y que pudiera establecer la relación con el santo. Las conclusiones señalan que apenas hay restos de época romana, visigoda e islámica; y la parte monumental construida remite a la época de la conquista de Jaume I, cuando el rey mandó construir un gran santuario dedicado al único mártir que había entonces en València, San Vicente.

La evolución del edificio está ampliamente estudiada: se construyó un monasterio que inicialmente fue una iglesia-santuario y que tuvo dos fases; se añadió una torre monumental no prevista en el proyecto a la que se accede por una escalera de caracol externa y que fue derribada a finales del siglo XVII. El inmueble fue transformándose con los cambios estéticos de la historia: románica, gótico, renacimiento y barroco, y suma un claustro. Hasta que en el siglo XIX, con la desamortización del edificio y exclaustración de los frailes, sufre la demolición de la cabecera y la torre campanario con el objetivo de ampliar la calle San Vicente.

El edificio fue comprado entonces para ser convertido en fábrica textil (de hecho, se han encontrado algunos restos de esta época), pero fue de nuevo adquirido, por el marqués de Tremolar, para albergar a las monjas del convento de San José y Santa Tecla que estaba en la calle del Mar, las cuales habían sido expropiadas para ampliar la calle de la Pau. Durante la Guerra Civil, el monasterio se convirtió en cuartel, y de esa época se conservan algunos baños y duchas, e incluso algunas pinturas. Con el posterior regreso de las monjas se vendió una parte del espacio, con la idea de vender el monasterio en su conjunto (incluso se enumeraron las piedras de la portada para desmontarla y poder trasladarla a algún lugar).

Los técnicos han concluido la explicación señalando el hallazgo de numerosos objetos, cerámicas, monedas, esculturas y elementos de los altares de la iglesia, así como enterramientos (más de 160, de los que 23 guardaban posición anatómica; y todos ellos del siglo XIV al siglo XVII).

El último azar del monasterio fue el proyecto de demolición que, en 1973, fue paralizado por un grupo de intelectuales valencianos, entre los que se contaban nombres como Manuel Sanchis Guarner o Vicent Castells, que trabajaron para frenar la demolición del convento. Cinco años después, en 1978, el inmueble fue declarado Monumento Nacional.

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