Valencia vivió la tarde mágica que precedía a la noche más mágica aún para los niños y niñas de toda la ciudad. Y lo hizo recibiendo a SS MM. Los Reyes Magos de Oriente que, desde que pusieran pie a tierra en el Puerto de Valencia tras un concurridísimo desembarco, se vieron agasajados por miles y miles de valencianos y valencianas, pequeños y grandes.
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Un cálido recibimiento que tendría su continuidad en la cabalgata que, desde su inicio en el Paseo de la Alameda, cruzando el antiguo cauce del río Turia por el célebre puente de Calatrava, recorrería ante los aplausos, emoción y alegría de la impresionante multitud que la arropaba: la Puerta del Mar, la Glorieta, la calle de la Paz, la plaza de la Reina, la calle de San Vicente y, por fin, la plaza del Ayuntamiento, donde esperaba la comitiva municipal para dar cobijo a los Magos en su homenaje a la infancia valenciana.
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Una puesta en escena sobresaliente, todo hay que decirlo, en una conjunción de lo nuevo y lo viejo, la tradición y la innovación, el barroquismo y el futurismo de carrozas, artilugios y vehículos en una borrachera de color y espectáculo que hizo las delicias del respetable.
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Y todo ello regado, como corresponde a la idiosincrasia del pueblo valenciano, con la imponente participación de los fuegos artificiales. La pólvora, en matrimonio indisoluble con el espíritu festivo valenciano, se hizo presente con un sublime castillo de fuegos artificiales en la misma cumbre del edificio municipal, que volvió a lucir magnífico entre los efectos lumínicos que lo vistieron y los fuegos de artificios que lo coronaron.
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Una cabalgata que en algo más de una hora y media de recorrido reflejó su acierto en las caras asombradas, ilusionadas y emocionadas de ellos y ellas, nuestros infantes, que emitieron el mejor de sus veredictos para la puesta en escena de este año.
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