Fotos: Agustín Verdeguer.- El Ateneo Mercantil de València aloja estos días en sus salones una exposición que, año a año por estas fechas, hace furor entre los valencianos, especialmente los de corta edad.
Se trata de los famosos muñecos de Playmobil, los míticos ‘clics‘, con los que artistas de toda España conforman escenarios temáticos a veces históricos, a veces contemporáneos, de toda índole y naturaleza.
En esta ocasión, los clics han conformado en su alojamiento navideño del Ateneo valenciano cuatro zonas diferenciadas: El Parque Jurásico, los Vikingos, el Londres de 1900, la Sabana africana y los Círculos Polares Ártico y Antártico.
La zona del Parque Jurásico retrata el primer parque creado por el hombre para el estudio y cría de los dinosaurios», como reza el panel informativo que flanquea el paso a esta zona. Tras quirófanos y laboratorios, zonas de recreo para la contemplación de especies ya extinguidas hace millones de años. «Pero algo falla», relata el panel, y asistimos en la misma escena a una sublevación de los dinosaurios, con los tyranosaurios Rex y los velociraptores como protagonistas de la revuelta, recreando de este modo el argumento que dio lugar a la serie de películas del mismo nombre, «Parque Jurásico», del prolífico Steven Spielberg.
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Pasamos a la zona dedicada a los vikingos, los aguerridos y míticos pueblos nórdicos, conocidos por su ferocidad en la batalla, que les llevaron a protagonizar rápidas y atrevidas incursiones en otras latitudes de Europa -y se dice que incluso llegaron a América antes que Colón- pero también por sus extraordinarias dotes para el comercio. Un pueblo cuya mitología ha despertado el interés de multitud de intelectuales llevando sus figuras y dioses por todo el mundo.
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Una mirada costumbrista de la cosmopolita Londres de principios del siglo XX nos ofrece escenas cotidianas ambientadas en la época victoriana, con las lujosas mansiones en perfecta simbiosis con la vida nocturna, la ceremonia del té, los mercados semanales, los clubes de caballeros donde se juega y se debate de política con la misma avidez y flema, y una sucesión de profesiones y oficios tradicionalmente asociadas a la sociedad londinense del 1900: deshollinadores, tenderos, carboneros, costureras…
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La Sabana africana que nos cautivara en «Memorias de África» nos transporta a la reserva natural de Masai Mara -Parque Nacional del Serengueti- en la zona de conservación de Ngorongoro. Un crisol aniamlista con leones, cebras, jirafas, elefantes, rinocerontes, hipopótamos, gacelas, gorilas, monos… Cientos de especies conviven con los más crueles depredadores conocidos: los hombres. No obstante, esta escena procura resaltar la mejor vertiente de la raza humana, mostrando a los conservacionistas y fotógrafos que ocupan sus días en proteger y defender a los animales. Junto al río Mara, la tribu Masai da una lección de vida con su absoluta armonía con la naturaleza.
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Cierra la exposición la gélida escena que representa la vida en los círculos polares ártico y antártico, con las familias de esquimales y sus famosos iglús, en su particular relación con el bioclima formado por las morsas, focas y osos polares, pingüinos…
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Completan el cuadro los científicos e investigadores que se aventuran a este desolado mundo en sus bases explorando la fauna y analizando el clima de la tierra, la capa de ozono, el deshielo o la existencia de combustibles fósiles. La preservación del planeta subyace en toda la escena.
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