Ya el propio acceso a la Ciudad de las Artes y las Ciencias plantea una catarsis visual y emocional que condiciona la cita con la Exposición del Ninot. Si además te tomas en serio ser un visitante ejemplar ante una muestra artística de índole fallero, es necesario cambiar el ‘chip’ y pensar que te sumerges en ese universo que envuelve cualquier ambiente de la ciudad, aún más como fiesta patrimonio y candidata a ‘fer comboi’, como se escucha de un tiempo aquí.
La visión periodística -limitada a pasar la puerta sin gastos extra pero a condición de ‘no poder votar’- permite en mi caso la reflexión en voz alta de una experiencia que cada año trato de que sea original. Vamos, que valga la pena pasear un buen rato entre varios cientos de ninots de variados tamaños, camino de la plantà en su falla y en su infinita mayoría candidatos al fuego de la historia fallera.
Me he puesto de acuerdo con el teclado que recibe los impulsos de mi comunicación para no citar nombres propios, elementos demasiado esclarecedores, ni siquiera pistas que identifiquen personajes o asociaciones falleras implicadas. Es una visita de cortesía, sin mayor interés que cumplimentar un barómetro personal y tomar nota de lo que se estila este año en Fallas. Luego, sin duda, hallaré muchas de estas figuras ensambladas con sus semejantes en una falla completa en tal o cual barrio de la ciudad.
Confieso que, en la tercera calle de la izquierda -siguiendo la línea blanca que condiciona y al tiempo orienta la visita-, he tenido la incrédula sensación de que una figura (‘ninot’) me miraba. Hacía tiempo que no me ocurría, quizá de muy joven, cuando la Exposición del Ninot estaba alojada en la Lonja, hoy Patrimonio de la Unesco. Pero mi reacción inmediata fue pararme, respirar profundo y tratar de comprobar la veracidad con una disimulada inspección de reojo. Y así era, seguía mirándome…
No voy a indicar de quién se trataba, pero sí que relataré cómo fue el resto de la visita. Porque mi conclusión fue que, si uno lo hace, por qué no muchos otros; o todos. Y así fue que, mientras encuadraba con mi cámara semblantes y detalles de cada obra presentada al concurso popular, imaginé cómo sería una supuesta actividad nocturna en la sala de exposiciones. Porque, claro, ‘miradas propias’ significa ‘ninots con vida’, o sea, ‘comboi en toda regla’.
¿Acaso puedo imaginar a jefes de estado de cariz opuesto discutiendo gobernar en tan variada relación de famosos por temas tan diversos? No acierto a pensar la influencia de personajes simbólicos y festivos valencianos, políticos nacionales expresando su opinión como un mandato, artistas falleros de ensueño o deportistas a dos ruedas en el pedestal de la fama… Moda, indumentaria, concejales señalados por su gestión (o al menos una visión de ella), artistas, televisivos, hasta un periodista-poeta, abuelitos y niños costumbristas, entre sátira, crítica y genialidad para mostrar lo humano y divino de las Fallas. También
Paso de largo sobre las polémicas, disgustos y reclamaciones que puede ocasionar mezclar ‘patatas con albaricoques para mofarse de una aguja en un pajar’, pero siempre he pensado que ‘la madre del vecino y sus sentimientos son intocables’, si bien es muy difícil acertar -ahí está el mérito y, a veces, el premio- sin ofender en una fusión de elementos reconocibles mezclados con una diana a la se pretenda ponerle colores sin sentido.
Bueno, sigo con mi relato. Viendo el resultado de la ubicación azarosa de varios ninots, imagino el correcalles nocturno para situarse lejos de rivales políticos aun con años de historial real, las visitas cordiales de ninots adultos a los infantiles casi olvidados en el fondo del recinto; o la interesante tertulia entre personajes comunes, representados por varias comisiones falleras en versión edulcorada, mordaz o atrevida. Cómo dejar de imaginar las visitas de los guapos y famosos a los espejos de los comercios antiguos, las críticas o parabienes de unos y otros al ‘ninot municipal’ con su colorido y propuesta innovadora.
Qué decir de las secciones especiales, ésas que optan casi con certeza a la eternidad del museo con la complicidad del filtro popular obligatorio. Sin duda todos los candidatos contaban con presencia activa, pero sobre estos últimos sentí que mostraban una personalidad universal. Visitantes locales, nacionales y extranjeros emitirán su fallo en apenas un mes, miles de ellos recorrerán la Exposición del Ninot bajo la atenta mirada de sus moradores, inertes a los ojos de casi todos, activos en su forzoso disimulo.
Todo sirva para no destapar antes de hora las esencias que mostrarán su personalidad en las próximas Fallas.