Fotos: Vicente Almenar.- En Bétera, en pleno corazón del Camp de Túria, las albahacas –alfábegues, en valenciano- se suman a la fiesta dando frescor a los actos en honor a la Virgen de la Purísima Concepción, de la Asunción o la Virgen de Agosto. Aquí cobra todo un especial papel donde la luz y color se adueñan de las calles en unas fechas en las que precisamente el calor invita poco a salir (a la calle).
En Bétera, la fiesta está precisamente en la calle, en torno a las ‘alfábegues’, cultivadas y cuidadas con toda devoción para intentar llevarlas a una altura récord. Y, aunque este año este registro no ha pasado de los 2,35 metros -lejos del récord cosechado en 2012, cuando se llegó a los 2,85 metros de altura-, la fiesta sigue y de qué manera. Kilos y kilos de confeti transforman los rincones más lóbregos de Bétera en una lluvia de color y fiesta.
Les alfábegues, una costumbre de 400 años
El cuidado de casi tres meses de plantaciones de albahacas (hierba aromática) o alfàbegues, con cuidado y dedicación especial, riego contínuo, estructuras de madera para hacerlas crecer en vertical, da como resultado unas plantas de hasta seis veces su tamaño normal.
De toda la producción se realiza una selección de dieciséis -el resto quedan repartidas en el pueblo, algunas de ellas en instituciones-, que serán para la Virgen de agosto, la Asunción de María, en su día grande.
Está documentada la existencia de esta costumbre al menos desde 1600 pero se han encontrado vestigios arqueológicos que sitúan alfabeguers en Bétera desde hace más de 700 años. Todo es cuestión de confirmar estos hallazgos como auténticos para constatar que nos encontramos ante una fiesta del campo arraigada en estas tierras desde tiempos ancestrales.
El guión de la fiesta
Tras la música de tabal i dolçaina, dos de las reinas de las fiesta de Bétera llamadas ‘obreras’, presiden el cortejo que incorpora seis alfàbegues -que llevan a mano amigos y familiares- con cada una de ellas, recorriendo el pueblo por la calle del Calvario hacia el templo parroquial, cada una con su banda de música al final. Por el camino es tradición hacer una guerra de confeti al ritmo de la música de pasodoble, que protagonizan los festeros llamados mayorales.
Las ‘obreras’ solteras van delante de la última de les alfàbegues de su grupo. Vestidas con ropa valenciana, incorporan una sombrilla característica bordada a mano y que lleva su acompañante (el sombrillero). El público se acerca y las piropea, pidiéndoles que realicen la volteta i el peuet, que la gente aplaude con gusto al tiempo que se hace múltiples fotografías con cada ‘obrera’ durante todo el recorrido.
En la puerta de la iglesia de la Purísima Concepción las dos ‘obreras’ solteras se encuentran con las dos otras «obreras» (éstas casadas, con teja y mantilla), que las reciben y les ponen la mantilla blanca antes de entrar a la misa mayor.
En la procesión vespertina la imagen de la Dormición de María hace un recorrido por la cuestas de Bétera y una emotiva bajada hasta la parroquia. Música solmene, autoridades civiles, militares y eclesiásticas, con toda la población en sus calles. Participan los clavarios y las clavariesas, las cuatro obreras, vestidas de clavariesas y los mayorales. Finaliza la fiesta con los ‘cohetes de lujo’ a cargo de los mayorales y una cordà por el pueblo que sigue durante toda la noche.
Un año más, Bétera fue una fiesta en la que la fragancia de la albahaca inunda y da carácter, además de un profundo sentimiento de fiesta y alegría, a toda la población autóctona, veraneantes y visitantes.
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