Una semana para el recuerdo celebrando la Virgen de los Desamparados
Fotos: Manolo Guallart
En el comienzo del mes de mayo, una situación común a tantos fieles y devotos de la Patrona de Valencia, la Virgen de los Desamparados: el deseo contenido de estar con Ella, mirando fijamente su rostro pleno de ternura y sentir su amparo maternal; también la dificultad de no poder desplazarse hasta la Basílica en Valencia, de conformarse con la televisión, internet o las redes sociales, incluso la visita necesaria a su capilla en la parroquia cercana para tenerla cerca, muy cerca, aún más en las fechas previas a su festividad.
La Virgen de los Desamparados, su imagen peregrina, ha protagonizado una semana para el recuerdo de tantos y tantos devotos. El domingo 2 de mayo (Día de la Madre), presidió el Rosario de la Aurora por el entorno de su Basílica, portada en el carro con ruedas (seguridad y prudencia ante todo) por miembros de la Hermandad de Seguidores.
En la primera misa del domingo tuvo lugar la «descoberta» y la eucaristía fue ofrecida por la Hermandad de Empleadas del Hogar y la participación de la Congregación de Religiosas de María Inmaculada de Valencia.
El lunes día 3, a primera hora de la mañana, la imagen peregrina partió en su maremóvil con destino incierto, sin itinerario anunciado, con una ruta que podía ser modificada en cualquier momento. Su objetivo, en palabras del Arzobispo de Valencia, Cardenal Antonio Cañizares (promotor de la iniciativa), -“estar cerca de sus fieles en tiempos difíciles de pandemia”. Y así lo hizo durante casi cinco días, hasta el viernes día 7 a mediodía, recorriendo casi 700 kilómetros, a una media de ocho horas diarias, llegando a pasar por más de 80 poblaciones cercanas a Valencia capital. Rostros sorprendidos, personas que paralizaban su quehacer cotidiano al encontrar a la Mare de Deu en sus calles y plazas, pasando cerca, muy cerca, entre monumentos y comercios, la parroquia o el ayuntamiento, dejando su aroma y su amparo en el corazón y en la memoria de muchos.
Y llegó el fin de semana, con las primeras Vísperas pontificales el viernes día 7 por la tarde, en las que el cabildo catedralicio -con su recién nombrado Deán, Vicente Fontestad-, visitó la Basílica para compartir con su clero y con la Escolanía (dirigida por Luis Garrido y con la participación del organista David Morales) el patrimonio musical mariano compuesto por el célebre canónigo José Climent.
La Salve solemnísima – compuesta por Pérez Moya- fue cantada el sábado día 8 (día de la Virgen de los Desamparados) y reunió a los 49 niños de la Escolanía con antiguos escolanes, a puerta cerrada y con limitaciones como también fue en la Vísperas. Presidió el Cardenal Cañizares, acompañado por el Deán de la Catedral (y Vicario General) Vicente Fontestad.
Noche con la Basílica cerrada y previsiones meteorológicas inciertas, la víspera de un festividad excepcional, con propuestas diferentes a las de hace un año (Descoberta por TV, Misa matinal y la Virgen en la puerta lateral de la Basílica durante unos minutos), con el deseo de celebrar ‘un poco más’ debido a la mejora de la situación, aún en pandemia.
La jornada del domingo mostró una plaza de la Virgen acotada por la Policía Local, reunió a cerca de 800 personas acreditadas o con invitación expresa, ocupando diversos sectores con distancia de seguridad y controles sanitarios. El altar, similar al de cualquier otra Missa d’ Infants, estuvo presidido por la vidriera situada en la fachada de la Basílica, dedicada a la Sagrada Familia en este Año Jubilar a propuesta del Papa Francisco, con motivo del 5º aniversario de la publicación de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia. Así, con total certeza, fue la primera gran celebración religiosa en España, en el fin del ‘Estado de alarma’.
Concelebraron con monseñor Cañizares, Arzobispo de Valencia, alrededor de 40 sacerdotes, entre ellos, monseñores Jesús Murgui y Casimiro López, obispos de Orihuela-Alicante y Segorbe-Castellón, respectivamente; los auxiliares de Valencia, mons. Javier Salinas y Arturo Ros; el arzobispo emérito de Zaragoza, mons. Manuel Ureña; el obispo auxiliar emérito de Valencia, mons. Esteban Escudero; y mons. Juan Piris y José Vilaplana, obispos eméritos de Lleida y Huelva, respectivamente; y también miembros del Cabildo Catedralicio, el Consejo Episcopal y la Capellanía de la Basílica. Autoridades civiles, militares, así como representación de entidades culturales y festivas valencianas.
La Escolanía, siempre presente en este acto, fue la encargada de cantar la Missa d’ Infants, dirigida por Luis Garrido y con el acompañamiento al órgano de David Morales. Las restricciones en el aforo dejaron sin participar a la Coral “Juan Bautista Comes” y a la Orquesta del Conservatorio José Iturbi de Valencia.
El aroma musical mariano inundó la plaza de la Virgen con “L´Ave Maria” de Lluis Romeu; la adaptación de Luis Garrido “Oh, Mare de Déu” de G. F. Haendel; dos temas de Josep Climent; “Goigs a la Mare de Déu dels Desamparats” de Agustín Alamán, con la oración escrita por monseñor Marcelino Olaechea; y el himno de la Coronación Pontificia a Nuestra Señora de los Desamparados. La culminación fue el Himno Regional de Valencia de José Serrano, a cargo del solista Miguel Bou, y el Himno Nacional.
Presentes entre otros la Camarera de la Virgen de los Desamparados, Mª Dolores Alfonso y el Clavario Mayor de la Archicofradía, Manuel López; la Fallera Mayor de Valencia, Consuelo Llobell; la Honorable Clavariesa de las Fiestas Vicentinas, Inmaculada Atienza; la Regina del Joc Florals de Lo Rat Penat, María Chaqués. Y en lugar de honor, la Fallera Mayor Infantil de Valencia, Carla García (con su Corte de Honor), que habló a la Virgen en nombre de todos los niños valencianos al tiempo que realizó una emotiva ofrenda floral con su Corte y que recibió el Cardenal Cañizares.
La Misa de pontifical, con la imagen de la Virgen presente (no estaba ubicada en su lugar habitual después del traslado de cada fiesta) en el presbiterio, siguió con el control de aforo (50%) y las habituales medidas de seguridad. Presidida por el Arzobispo de Valencia, Cardenal Antonio Cañizares, la eucaristía tuvo como colofón una histórica procesión claustral, que este año también han protagonizado las imágenes de San Vicente Mártir y de San Vicente Ferrer el día de su fiesta. La Coral catedralicia, dirigida por Luis Garrido y la participación del organista Pablo Márquez, acompañaron la solemnidad en la Seo.
Suspendida la procesión vespertina, la imagen peregrina de la Virgen de los Desamparados volvió a las calles de Valencia en su maremovil escoltada por la Policía Local, realizando un recorrido por la circunvalación del centro histórico y pasando para finalizar por la plaza del Ayuntamiento, Barcas, Comedias, plaza de San Vicente Ferrer, Trinquete de Caballeros y la subida del Palau hasta llegar a la puerta del Palacio Arzobispal.
Lluvia durante casi todo el trayecto, en ocasiones con intensidad, tráfico en la ronda y público en las calles que acogieron con sorpresa a la Patrona en su paso excepcional. Sin duda será recordada esta jornada festiva, culminación de una semana para el recuerdo.
Desde el Rosario de la Aurora el domingo, Día de la Madre, hasta la tarde de la fiesta saliendo al encuentro de fieles y devotos, de la Valencia que siente su amparo, que tanto le pide y le agradece. María, la Virgen de los Desamparados, la Madre de todos los valencianos que mantiene viva la fe por Ella y que la lleva en lo más profundo de su corazón.