Monumentos

La Estación del Norte de Valencia cumple 100 años

El 8 de agosto de 1917 se ponía en funcionamiento la nueva Estación del Norte, edificio modernista obra de Demetrio Ribes, y que sustituía a la antigua (también llamada del Norte) y que había sido proyectada en 1847 para solucionar el enorme problema de comunicación que existía entre el centro de la ciudad y la zona portuaria del Grao.

La antigua estación de Valencia ya se construyó asumiendo sus insuficientes dimensiones y con la perspectiva de una futura ampliación. Por entonces, los trenes habían de parar a su paso por la muralla y esperar a que las autoridades militares les abrieran el paso al interior de la ciudad. En 1865, el gobernador civil de València, Cirilo Amorós, ordenaría el derribo de la muralla y con él se darían las circunstancias para poder construir la actual Estación del Norte.

Así las cosas se inició un debate por la ubicación de la nueva estación. La más razonable, consistente en situar la estación 800 metros más allá de su situación original -en el extremo norte de la actual plaza del Ayuntamiento-, evitaba el paso de la calle Xàtiva, pero contó con la oposición frontal de la población, produciéndose incluso manifestaciones en contra. Finalmente, la actual ubicación del edificio fue fruto de una propuesta del ingeniero Javier Sanz en 1904, solución que evitaría el paso de la calle Xàtiva ya que la estación quedaría ubicada en los extramuros de esta calle, dándole fachada pero al otro lado de la misma. Esta solución tomaría cuerpo oficial y válido por Real Orden de 15 de mayo de 1905.

El nuevo hueco que dejaría la antigua estación tras su demolición sería la nueva plaza de Emilio Castelar -actual plaza del Ayuntamiento-, naciendo en su entorno un foco de fuertes especulaciones a la sombra del Ayuntamiento y del Banco de España, aprovechándose espacios nuevos que se dedicarían principalmente a usos administrativos y comerciales, naciendo un nuevo corazón céntrico para la ciudad.

La nueva Estación del Norte ve la luz

El comienzo de las obras fue el 2 de agosto de 1907 y se prolongarían hasta diez años más. Contaría con 15.476 m² frente a los escasos cinco mil de la antigua estación, destacaría como premisa fundamental un grande y suntuoso edificio de viajeros con la fachada principal en la calle de Játiva. Sus delicadas formas geométricas evidencian el esfuerzo subyacente para que todos los objetos que constituyeran el entorno de la actividad humana fueran una obra de arte. De la mano del ingeniero Enrique Grasset en mayo de 1907, corrió el diseño de la cubierta o marquesina, una gran estructura metálica única sobre apoyos mínimos.

Sus planteamientos de partida arrancaban de los manifiestos del movimiento Arts and Crafts «la totalidad del entorno humano, una obra de arte» constituyendo un espacio arquitectónico en el que la ornamentación, el mobiliario y las inflexiones volumétricas formaran un conjunto indisoluble. Esta premisa llevaría incluso a integrar muebles y elementos en la arquitectura inmóvil, al participar en un diseño unitario y representativo de la ciudad y en el que predominarían los motivos decorativos valencianos en barandillas, picaportes, vidrieras o incluso en los remates almenados, que reproducen las mismas coronas que rematan los mármoles de las fachadas de la lonja.

Lo cierto es que Demetrio Ribes consiguió que la estación reflejara en gran medida la imagen y personalidad de la ciudad, así como las características del país, utilizando para ello elementos decorativos autónomos y singulares propios del modernismo, y entre los que merecen destacarse los realizados en cerámica de especial relevancia en la región por su belleza y alto grado de perfección. Imprescindible mencionar el reloj de bronce, que originalmente estaba rodeado por la inevitable leyenda Caminos de Hierro del Norte, -desaparecida con la compañía -aunque no sucediera los mismo con otro símbolo: la estrella de cinco puntas. Y su remate, un mundo bajo un águila, la imagen de la velocidad.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, se redujeron notablemente las importaciones de material ferroviario, lo que sumado a las fuertes subidas en los precios para los servicios ferroviarios, y la gran cantidad de huelgas, acabó con la nacionalización de la compañía a finales de 1917. En tal clima de crispación social, la nueva estación del Norte de Valencia se inauguró el 8 de agosto de 1917 sin demasiada celebración ni boato.

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Así y todo, la estación de Valencia constituye uno de los máximos exponentes de la arquitectura civil valenciana y punto de referencia monumental y representativo de la ciudad. Su estilo, en principio adscrito al movimiento modernista, dentro de la corriente denominada ‘Sezesión Vienesa’, no deja de responder a la personal interpretación de Ribes, lo que la dota de notable singularidad. La exuberante decoración de su vestíbulo, con un minucioso diseño de las taquillas y arrimaderos de madera, con incrustaciones de mosaico y decoraciones cerámicas con abundancia de Trencadís, azulejos troceados, como revestimiento de paredes y techos, forman un sublime conjunto de singular belleza.

Hoy celebramos el primer centenario de este centro de encuentro, de despedidas y bienvenidas, envuelto en un conjunto artístico y arquitectónico incomparable, cuyo bellísimo entorno ha dejado poso en toda persona que por él ha transitado.

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